Lánguidas historias del alma escapan
torturando el cutis reseco del
corazón.
Prisioneros de soledad en un paisaje
agreste,
peregrinos de humildad en un color celeste.
Barrotes de injusticia forjados de
bronce y pena,
escombros cuadrados de vida en un
bodoque.
En un sendero de piedras reposa la
tempestad,
el agua calma las llagas de una
lluvia enfadada.
Los castigos azotados por los suicidios del tiempo,
la muerte envuelta en papel celofán.
Hambrientos vómitos exentos de cadenas
comen en la mano del amo.
El látigo del recuerdo
mueve las arenas del suelo.
Los sabios beben vino.
Voces que se levantan,
alegrías mutando.
Cada alma tiene una historia que
contar,
no hay dos historias iguales.
Ser libre, aún sin libertad.
Cepeda
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