Evoco a tu
alma y ella besa mis labios.
La siento
como seda salvaje
en cada
frunce de mi tronco.
Vaho de tu
alma reptando
por la base
sólida de mis lumbares.
Fragancias otoñales
embeben
las llamas
de unas velas encendidas
con el rubor
de un chocolate espeso.
En la ménsula
de un ocaso,
a la luz del
fuego de la chimenea,
tu alma
adormilada
sestea entre
nardos de deseo
y como un pecado huérfano
resentido de
conciencia,
a hurtadillas
traspasa
el intestino
de mi alma.
Mercurio en
mis ojos,
con un café y
un pastel
incito al pájaro
a volver a su nido.
Cesto de
errores.
Alfombra de
perdones.
Caviar en
los faldones.
Amores eternos.
Alcobas sin
nombre.
Dos corazones
se revuelcan
entre las
migajas de una estrella fugaz.
En los días sin
sol mi alma regresa a tu alma
Cepeda